Rutas Simbólicas por la Historia y la Geografía de España

Rutas Simbólicas por la Historia y la Geografía de España

PRESENTACIÓN

Rutas Simbólicas. Viajes por la Historia y la Geografía, nace como un proyecto largamente madurado y al calor de las conversaciones que al respecto hemos mantenido durante los últimos años con Federico González Frías, nuestro guía intelectual; y nace justamente con la voluntad de dar a conocer también una visión de la realidad histórica de España insertada dentro de la Historia Universal, y... (sigue lectura en nuestra PRESENTACIÓN)


sábado, 22 de agosto de 2015

LA 'INVENCIBLE GENERALA'. UN HECHO MÍTICO DE LA HISTORIA DE ESPAÑA. Francisco Ariza


Hace un tiempo visitamos el Santuario de la Virgen de Linares, ubicado en la Sierra de Córdoba y a pocos kms. de la ciudad. Hemos de confesar que fuimos atraídos por una de las leyendas que encontramos mientras estábamos enfrascados en nuestro libro sobre Tartesos, Ulía, el Castillo Ducal de Frías y el Señorío de Montemayor, perteneciente este último a una de las casas nobles más antiguas de Andalucía, los Fernández de Córdoba, y cuyos padres fundadores, Fernán Núñez de Témez y el Adalid don Domingo Muñoz, sirvieron a las órdenes del insigne rey Fernando III el Santo (padre como ya sabemos de otro no menos insigne rey castellano, Alfonso X el Sabio) durante la reconquista de esta milenaria ciudad bañada por las aguas del Guadalquivir, el llamado por los romanos río Betis, y río Tartesos por los pueblos anteriores a estos. 

En esa leyenda se mencionan unos hechos que desde nuestro punto de vista entran de lleno en la Historia simbólica y mítica de España, de ahí su atractivo para nosotros, y en este sentido hemos querido reseñarla brevemente, acudiendo a algunas de las crónicas que recogen aquellos eventos que forman parte de la verdadera memoria histórica, la que los siglos han ido puliendo y madurando, despojándola de la “paja” y lo superfluo. Es la historia que cobija la suprahistoria, que representa esa otra memoria de los hechos que no siempre han estado documentados (debido a lo cual muchos los niegan), y que son precisamente los que nutren la épica y las epopeyas que describen los actos de los héroes y sabios fundadores. Es el contenido de dicha memoria lo que constituye lo intangible y sutil de la Historia, aquello que se ha transmitido en todos los pueblos de la tierra, cimentando sus culturas y cohesionándolos como tales pueblos. 

Debemos recordar que antiguamente la conquista de un territorio, o de una ciudad, comportaba previamente la “dominación” de sus dioses tutelares. Así fue por ejemplo entre los romanos, y el rito de la evocatio se realizaba con ese fin. Algo parecido es lo que ocurrió durante la reconquista de Córdoba por Fernando III en el año 1236, quien se prepararía para dicha gesta realizando previamente ciertos ritos en los que tuvo un papel relevante la Virgen de Linares, cuya efigie el propio rey Fernando III trajo consigo de la provincia de Jaén tras sus importantes victorias en Úbeda y Baeza. 

En la obra Nuestra Señora de Linares, conquistadora de Córdoba de principios del siglo XIX se describe lo que podríamos considerar ese rito de posesión de una tierra mediante la intervención de las entidades uránicas, en este caso de la “Reina del Cielo”: 
“A una legua de distancia de la Ciudad por la parte que media entre Oriente y Norte, en lo interior de las cordilleras de los montes que forma la sierra Morena, halló [Fernando III] una Torre pequeña o Atalaya que servía de resguardo a las centinelas avanzadas del enemigo. Aquí mandó el santo Rey levantar el Pabellón Real para la Emperatriz de Cielos y tierra, erigiendo esta piedra en título y Casa de refugio para él y para todas sus Tropas. Levantóse el Altar en la cortina misma de la Atalaya que mira al Occidente; colocóse en la parte superior el Trono augusto de la Reyna”.
Pero la palabra Linares también hace referencia al lugar donde estaba situada esa atalaya árabe, y en la que Fernando III se asentó durante unos días para preparar la toma definitiva de la ciudad. Ese lugar era llamado tali’a as’ala al-narum, es decir “atalaya donde se enciende el fuego”, o simplemente al-narum, castellanizado Linares. Así pues, la Virgen de Linares podría interpretarse también como la Virgen “que enciende el fuego”, se entiende que el fuego purificador del Espíritu. 

La atalaya todavía existe, y está incorporada en la arquitectura del Santuario, lo que le da a éste el aspecto de una fortaleza (figs. 5, 6, 7). Pensamos que Fernando III quiso efectivamente que el Santuario tuviese ese aspecto, es decir que fuese un Santuario, un lugar sagrado, y al mismo tiempo un baluarte defensivo, una torre-vigía que el simbolismo cristiano identifica con la propia Virgen, semejante a esa Torre de David que Salomón evoca en El Cantar de los Cantares:
“Tu cuello es como la torre de David; mil escudos cuelgan de ella”.
La deidad protectora y vigilante traza una sutil muralla defensiva y genera en sus guerreros la confianza firme en la victoria.

Sabemos que en sus campañas militares el rey Fernando III iba siempre acompañado de una imagen de la Virgen, que en el caso de la campaña cordobesa era la Virgen de Linares en su aspecto de Inmaculada Concepción, lo que en otros lugares de España, por ejemplo en Cataluña, se denomina la “Purísima”, aludiendo así a esa idea de purificación por el fuego o energía espiritual, lo que se entendía antiguamente por la virtus

En este sentido, originariamente, la Virgen de Linares también recibía el nombre de la Virgen de las Nieves: la nieve como símbolo de la pureza, al igual que el fuego, y cuya festividad cae el día 5 del “ardiente” mes de Agosto. 

Además del apelativo de “Conquistadora”, la Virgen de Linares recibía también el de “Capitana” y la “invencible Generala”, expresiones que indican claramente que no estamos ante una concepción pacata de esta entidad divina, y que tampoco cabe atribuir al propio Jesús, pues este dejó dicho que: “No vengo a traer paz sino espada”. Una de las inscripciones que encontramos a la entrada del Santuario reza justamente así: 
“Tú, Virgen, combates  /  tu victoria alcanzas  /  Tú al bárbaro lanzas  /  torrentes de luz”.
Evidentemente, para nosotros, además de la lectura literal y exotérica a que estas palabras aluden (el bárbaro como el enemigo exterior), vemos en ellas una referencia clara al combate interior a emprender contra las tinieblas de nuestra ignorancia. La Inmaculada Concepción: la luz del Verbo encarnado en las entrañas más íntimas y secretas de lo humano. 

Como podemos observar en las imágenes que aquí adjuntamos la expresión que tiene la Virgen de Linares es de una gran serenidad y al mismo tiempo de una gran firmeza (fig. 1, 2 y 3), y por tanto nada hay en ella que recuerde esa imaginería propia del barroco español que ha destacado de ella sobre todo su aspecto de “mater dolorosa”. Aquí es más bien la “mater victoriosa”, más cercana a las descripciones que los antiguos poetas, filósofos y trovadores hicieron de la Dama Inteligencia, invocando su pureza virginal como uno de los estados más altos pretendidos por el iniciado y el caballero en la búsqueda de la Sabiduría, y que a través de su entrega sin fisuras busca restaurar la justicia y la armonía en el mundo y en su alma, luchando contra los oscuros poderes de sus enemigos, tanto externos como internos. Esa actitud de guerrero, defensor de su fe y de su reino, es justamente la que ha querido destacar el autor, o autores, de la escultura de Fernando III situada en su capilla del Santuario (fig. 4). 

Curiosamente, cuando visitamos el Santuario, la talla de la Virgen de Linares aparecía con una corona dorada sobre su cabeza (también la portaba el niño-dios que sostiene en sus brazos), es decir estaba revestida con los símbolos de la realeza y del imperio (fig. 1), mientras que en otras ocasiones esa corona se sustituye por otra en forma de aureola con doce estrellas (fig. 2), que son los doce soles o signos del zodíaco, descritas en el Apocalipsis de San Juan (cap. XII, vers. 1):
“Y apareció en el cielo una gran señal: una mujer cubierta del sol, y la luna debajo de sus pies, y en su cabeza una corona de doce estrellas”.
La memoria de ese hecho célebre (la reconquista de Córdoba) fue recogida a lo largo de los siglos, y muchos poetas e historiadores escribieron acerca de él, pero introduciendo también elementos del Antiguo Testamento y asimismo de la mitología clásica, buscando correspondencias entre la Virgen de Linares y ciertas heroínas judías, como Judith, y diosas del panteón greco-romano, como Artemisa (la Diana romana), la siempre virgen. Es decir quisieron incorporar lo que sin duda alguna fue un acto heroico en el ámbito cultural más amplio al que pertenece nuestra cultura. 

Se hacía así un paralelismo entre la Judit bíblica y la Virgen de Linares. Ambas son libertadoras de sus respectivos pueblos: Judit, la viuda, matando al asirio Holofernes y la Virgen de Linares contribuyendo con su “presencia espiritual” a reconquistar Córdoba tras cinco siglos de dominio árabe, donde, la historia así lo atestigua, se vivieron momentos de un gran esplendor cultural, que aquellos reyes castellanos, con su concepción de España como un Reino integrador, intentaron preservar conservando el principal y más significativo monumento de aquel legado. [1]


Fig. 1. Talla medieval de la Virgen de Linares en su Santuario coronada como Virgen Reina. Con algunas restauraciones, esta es la imagen que llevaba Fernando III en la reconquista de Córdoba (foto autor).


Fig. 2. La Virgen de Linares, coronada de las doce estrellas, cubierta por el Sol y con la Luna a sus pies, tal como aparece descrita en el Apocalipsis de San Juan (foto extraída de Manuscritos de la Virgen de Linarejos y su Santuario. Siglos XVII y XIX, de Manuel Morales Borrero).


Fig. 3. Camarín de la Virgen de Linares en el ábside de su Santuario (foto autor).


Fig. 4. Capilla del rey Fernando III en el Santuario, con cetro en la mano izquierda y blandiendo su espada con la derecha (foto autor).


Fig. 5. El ábside del Santuario y restos de la atalaya árabe formando parte de la arquitectura del edificio (foto autor).


Fig. 6. El ábside y la torre-vigía desde otra perspectiva (foto autor).


Fig. 7. Fachada principal del Santuario con su espadaña perfectamente visible en lo alto (foto autor).


NOTA
[1] Nos referimos lógicamente a la Mezquita de Córdoba, que tras la reconquista fue consagrada como catedral, hasta que en el siglo XVI se dispuso un espacio de la misma para edificar el templo cristiano actual. Asimismo el hecho de no haber destruido tampoco la atalaya árabe sino de haberla “incorporado” al Santuario de la Virgen de Linares es un ejemplo de ese espíritu integrador de Fernando III, un rey, que al igual que Alfonso X y otros anteriores y posteriores pertenecientes a su dinastía, tenía una idea de la España cristiana que no excluía a ninguna de las culturas que vivían en ella. No podríamos decir lo mismo de los jefes islámicos pertenecientes a las tribus magrebís de los almorávides y los almohades, que tras la desaparición del califato cordobés invadieron, primero unos y después los otros, la Península Ibérica, y a lo largo de los siglos XI y XIII impusieron en la zona dominada por ellos una visión excluyente del Islam.